jueves, 8 de septiembre de 2011

El león y su presa: reseña de un libro de Abraham León sobre la historia judía


He comprado hace un par de meses, por menos de lo que cuesta un alfajor (de los buenos), un libro que me ha causado una profunda impresión intelectual. Se trata de Concepción materialista de la cuestión judía, escrito por Abraham León hacia el año 1942. El original en francés, divulgado por Pionniers en París (1946), es editado en castellano por la editorial Indo-América en Buenos Aires en abril de 1953, con traducción y prólogo (emotivo, preciso e inteligente) de Carlos Ekin. Internet me anoticia de dos ediciones en castellano posteriores: una es de 1975 (Ed. El yunque, Bs. As.) y una segunda muy reciente de 2010 (ed. Canaan, con prólogo de Maxime Robinson y epílogo de León Pomer). Todas estas ediciones (no sé si el autor consiguió una publicación previa) son póstumas. Militante socialista nacido en Varsovia en 1920 y emigrado a Bruselas, escribe este trabajo con apenas veinte años de edad, quizá veintidós. No obstante, es un producto de una notable madurez intelectual, y así lo demuestran las reediciones y, sobre todo, el manejo sistemático del contenido teórico, histórico y estadístico que utiliza.
Causa algo de sorpresa conversar con este joven muerto en Auschwitz hace setenta años. Su formación marxista es impecable (tanto que rápidamente se distancia de la maquinaria de partido que dará a luz al estalinismo en Rusia y a la ortodoxia comunista en Europa occidental), su formación histórica, sumamente sólida; demuestra una considerable (aunque insuficiente) capacidad crítica y no deja demasiados cabos sueltos en un volumen cuyo complicado tema resuelve con una estructura interna de escalas históricas empotradas y sucesivas de manera notablemente efectiva. El resultado es un libro interpretativo de la historia judía, que parte de la antigüedad (el período que menos le interesa y en donde existía a mano menos material para trabajar), se centra en la evolución del judaísmo europeo medieval para trazar numerosas líneas explicativas en la vinculación entre la disolución del sistema feudal y la transición al capitalismo y el estado de las comunidades judías. En una edición de bolsillo ajustada pero generosa, consigue su objetivo en apenas ciento cincuenta páginas.
No es un libro perfecto, ni mucho menos. Debe ser leído y criticado con atención. Algunas transiciones entre la situación de los sectores judíos privilegiados y las masas judías son muy débiles, forzadas por el esquematismo marxista característico, y establecen identificaciones claramente inválidas (en mi opinión) así como omisiones de estado y de sentido tan características de esa etapa de la teoría crítica de la sociedad. He dicho que su formación teórica es impecable, pero debe anotarse que perdimos a este intelecto antes de las agudas reflexiones críticas de la segunda posguerra, que recondujeron el pensamiento crítico marxista por nuevas derivas intelectuales que hoy son útiles para interpretar la cuestión judía. O lo serían, si existiera una voluntad colectiva de “pensar el ser” judío para evitar la extinción cultural que parece cada día más próxima.
Sorprende encontrar numerosos elementos que otros pensadores tardaron varias décadas en registrar y desarrollar (véase, por ejemplo, el libro Pensar lo judío en la Argentina del siglo XXI,  colección de artículos de autores varios –Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011– y mi trabajo El polvo del santuario: un ensayo sobre la experiencia sionista y su influencia en el judaísmo, Entalpía, Buenos Aires, 2010). Para León, convencido de sus tesis materialistas-históricas, hay pocos secretos en el camino de la asimilación cultural y del surgimiento del nacionalismo judío.
Sus hipótesis pueden (y deben) ser desafiadas. Sin embargo, son tremendamente útiles para el momento presente por su claridad en el planteamiento y su casi arrogante desprecio por las ilusiones idealistas que con tanta facilidad pretenden colocar lo judío en un campo etéreo y ajeno a la historia, donde de manera inefable ve pasar a adversarios y enemigos con la tranquila dignidad de los inmortales. Nada de eso. León nos sumerge con implacable tensión en nuestra naturaleza histórica y compara el pensamiento de amigos y enemigos por igual, siempre que los discursos le resulten útiles para comprender. Sí alguien esperaba ver una especie de reedición de Sobre la cuestión judía, de Marx (libro de 1843 con el que comparte algunos errores de apreciación sobre la composición social de varios colectivos judíos) se sorprenderá, tal vez como yo, agradablemente: el trabajo de León es históricamente más extenso, más comprensivo, es más particular y está más atento a la singularidad, aunque la explique según el mismo patrón teórico. En comparación con otras fuentes de la historia judía que circulan por ahí, me resuena en los oídos casi como un libro imprescindible.
Debe entenderse esta última declaración en el siguiente sentido: en general, los judíos ya no nos preocupamos por la historia judía. La formación histórica de los jóvenes judíos es inocultablemente patética. No sólo se desconocen ampliamente las vicisitudes milenarias de las comunidades dispersas por Europa, Asia y África, o las influencias culturales del primer milenio antes de la era común, sino que la propia historia real y mítica que se entremezcla y disputa las páginas de los textos canónicos, seudo-epigráficos, hermenéuticos y normativos, está virtualmente ausente de las reflexiones y los discursos. Hoy no se espera de un joven judío sin formación religiosa (ni de muchos adultos) que comprenda una referencia bíblica relativamente directa, mucho menos que pueda incorporarla a un panorama histórico general. Por su parte, en el campo religioso la historia no existe como tal, pues no es considerada en términos dialécticos o evolutivos, sino como referencia teológica o normativa directa. Esta no es, sin embargo, una crítica moral, sino una constatación del estado de la cuestión. Antes que amonestar, debemos comprender las razones de este hecho.
Una observación elemental revela que la historia judía reescrita en el siglo XX es la historia del estado de Israel, que lentamente hace de sí mismo el resultado (ideológico) de la historia judía. El resultado de esta hegemonía nacionalista es que el judaísmo contemporáneo parece haber nacido en Auschwitz y haberse criado en el conflicto árabe-palestino-israelí. No carecemos de otras fuentes académicas (incluso israelíes, que suelen ser muy buenas) para leer la historia judía, sólo que como comunidad parecemos haber decidido olvidar todo pasado que no se vincule con Israel como estado-nación.

Abraham León, que es un intérprete de la historia que relata desde otro lugar, nos saca de ese sopor y de esa comodidad, nos cuestiona las bases sociales y económicas de la condición judía a través de los siglos, y lo hace con aguda y humanista indignación, en un resumen apretado y feroz, explicativo de su presente y, sorprendentemente, cuestionador del nuestro. En sus páginas se encuentran datos de los que disponían las agencias judías de la época (pues cita a referentes importantes del sionismo realizador), pero su interpretación, al no querer justificar la solución nacional, es diferente, casi diría refrescante dentro de su densa terminología marxista (un obstáculo que comprendo que a muchos les costará superar). La aculturación como asimilación cultural, el auge del auto-desprecio judío del siglo XIX y principios del XX (que Scholem Asch retratara tan cabalmente en Junto al abismo –ed. Futuro, Bs. As., 1945–), la situación demográfica de las familias judías y mixtas, el impacto tardío de las doctrinas nacionalistas enraizadas en el sionismo, las causas y consecuencias de la estructura económica de las sucesivas poblaciones judías desde el Medioevo hasta el auge del capitalismo imperialista, el desarrollo de la lengua idisch, su decadencia y reemplazo por el hebreo, todos estos son temas sobre los que León descarga sus agudas dentelladas críticas, algunas de las cuales son atractivas incluso como hipótesis de sucesos contemporáneos que nunca pudo ver ni prever.

Para la nostalgia socialista queda su confianza en la decadencia del capitalismo monopolista que era para él (siguiendo a Lenin) la última etapa posible de desarrollo de este sistema antes de su colapso y el advenimiento liberador del comunismo. Pero incluso a aquellos que este lenguaje les cause incomodidad o aversión, el libro tiene mucho que enseñar. Para el aprecio y la crítica, entonces, dejo esta recomendación de lectura que se despide con un párrafo significativo de su prosa y sus derroteros intelectuales: “Es mucho más fácil decir qué fue el judaísmo que precisar qué es (...) el desarrollo capitalista impulsó la evolución de la cuestión judía por vías diametralmente opuestas. Por una parte, favoreció la asimilación económica, y por tanto, la cultural. Por otra, al desarrollar a las masas judías, al concentrarlas en las ciudades, al provocar el recrudecimiento del antisemitismo, fomenta el nacionalismo judío. El “renacimiento de la nación judía”, la formación de la moderna cultura judía, la elaboración del idioma idisch, el sionismo, acompañan los procesos de emigración y de concentración de las masas judías en las ciudades y corren paralelamente con el desarrollo del moderno antisemitismo. En todos los lugares del mundo, en todos los caminos del exilio, las masas judías, al concentrarse en barrios determinados, creaban sus propios centros especiales de cultura, sus periódicos, sus escuelas idisch. Naturalmente, en los países de mayor concentración judía –Rusia, Polonia, Estados Unidos–, es donde el movimiento nacional ha tomado más amplitud. Pero el desarrollo de la historia es dialéctico. Al mismo tiempo que se elaboraban las bases de una nueva nacionalidad judía, se creaban también todas las condiciones de su desaparición. Mientras las primeras generaciones de judíos en los países de inmigración siguen firmemente adheridas al judaísmo, las nuevas generaciones pierden muy rápidamente sus costumbres y lengua particulares.”

Para los interesados que no puedan conseguir el libro, supongo que algo podremos hacer si se comunican conmigo al respecto.

Alejandro Soltonovich