Intenté preguntarle a Dios directamente pero su silencio
continuo parece indicar que no está para soportar mis estupideces. No se rían.
Cuando escribo estas cosas, es decir, cosas como las que pueden leer a
continuación si padecen de alguna especie de disfunción volitiva que les impide
dedicarse ya mismo a cualquier otra actividad, suelo estar tremendamente
angustiado. No se asusten. De todas formas esa es mi disposición usual de ánimo
a estas horas insomnes. Excepto cuando me atrapa el sonido del teclado y en el
ritmo inconstante pero veloz que generalmente le imprimo se me van apagando las
penas de la medianoche.
No perdamos tiempo. Hace mucho tiempo fui informado del
siguiente dato, que no intentaré siquiera corroborar: las hormigas pueden
levantar seis veces su propio peso. No parece muy impresionante. Supongamos una
grande y fuerte hormiga, el Goliat de su hormiguero, el Karadajian de su
parquecito (http://es.wikipedia.org/wiki/Mart%C3%ADn_Karadagi%C3%A1n)
una hormiga de todo un gramo de peso que es capaz de levantar seis gramos.
Yo no vendo polvos mágicos, querido, no tengo forma de medir
seis gramos en este momento, ¡Qué pregunta! A ver... acá tengo una bolsita de
té que dice contener un gramo y medio, de modo que la hormiga titán puede
levantar el contenido de cuatro saquitos de té. Sigue sin parecer gran cosa. Yo
todavía puedo levantar bolsas de cemento de casi cincuenta kilos (una muestra
de sadismo banal, porque no hay necesidad de que tengan ese peso, considerando
que la cal viene en bolsas de treinta kilos y la arena ni eso) pero ya me hace
doler la espalda. Supongo que en caso de incendio podría echarme al hombro a
algún amigo de unos ochenta kilos durante unos metros, pero eso es todo... es
cierto que me levanto toda las mañanas, empujando a duras penas mi propio peso
así que, en fin, la hormiga levanta seis gramos y yo, cuando la nena me salta
encima, unos cien kilogramos.
Olvidemos el problema de la gravedad por un momento y
digamos que, a igualdad de masa, la disposición orgánica, molecular y
fisiológica de la hormiga es seis veces más eficiente que la mía. Igual hacen
falta 16667 hormigas para moverme del sillón. Una curiosidad teológica, dado
que nada puede estar por fuera de Dios, él debe tener la masa exacta de todo el
universo, de modo que, por lógica, a una masa del universo “x” dios es capaz de
mover exactamente eso: en términos relativos, entonces, soy tan fuerte como
Dios, y la hormiga es seis veces más fuerte que él.
La pregunta entonces es si la relación de poder respecto de
la capacidad de trabajo de Dios y de sus criaturas se aplica recíprocamente, es
decir, si existe algún grado de correlatividad lógica, de tal manera que la
fuerza de Dios pueda calcularse. ¡Ah, la gran pregunta sobre el gran Yavé, para
la cual nadie tiene la respuesta! ¿Es o no es omnipotente? ¿Respeta alguna ley
que la realidad le impone o simplemente crea con su voluntad toda ley e
igualmente la rompe? ¿Puede crear energía, vulnerando el primer principio de la
termodinámica? ¿Puede acelerar su movimiento hasta alcanzar en el espacio vacío
velocidades mayores a las de las ondas electromagnéticas? ¿Puede saber al mismo
tiempo la posición de una partícula subatómica y su velocidad? ¿Sabe si el gato
de Schrödinger está vivo?
Oiga, pichón de Rabino, ¡tenga cuidadito! Seguro que ya se
ha apresurado a responder “Sí, D´s (bendito sea su nombre aunque no le gusta
que se lo gasten) lo puede todo”. Si así es... entonces... no hay razones para
rechazar ninguna historia mítica que no presente contrasentidos lógicos. Un dicho
en Idish dice AZ GOT VIL, SHIST A BEZEM
OIJ, “Sí dios quiere, también una escoba florece”. Dios puede presentarse
como lo que quiera, si es omnipotente: incluso puede encarnar en un cuerpo
humano (no el mío, idiota, ya dije que me cuesta levantarme de la cama, que voy
a ser dios yo).
Ahí estamos, viendo fuertes hormigas imaginarias un minuto,
aceptando una cruda ruptura teológica al siguiente. Ya jugué una vez con la
idea de que Dios se la pasa enviando al mesías y no le llevamos el apunte (como
lo explico: de chico yo le llevaba con galantería los apuntes a una chica, pero
después ella con coquetería no me llevó el apunte), o sea: no le hacemos caso.
A lo mejor dios mismo se la pasa presentándose a la humanidad en las más
diversas formas, incluso al mismo tiempo (una defensa aceptable del politeísmo,
amparada en la idea de omnipotencia divina), y seguimos sin hacerle caso: http://partisano-haalel.blogspot.com.ar/2011/01/meshuguene-leaks.html
Últimamente defendí también la idea de pergeñar una
modalidad judía de la navidad http://soltonovich.blogspot.com.ar/2012/12/para-saludar-en-estas-fiestas-idea.html,
pero ahora me angustia la idea de que seamos nosotros los que debemos tomar la
decisión. Si Dios es considerado cabalmente omnipotente, no hay razón para que
no pueda elegir preñar a una virgen, nacer en el mundo estando a la vez en el
cielo en dos modalidades (Padre y Palomita Luminosa), sufrir y morir por los
pecados de la humanidad (los pecados de hasta hace dos mil años, para los
pecados acumulados desde entonces deberíamos crucificar a unos ochocientos
setenta y siete mil catorce Jesuses), resucitar al tercer día y recomponer la
unidad teológica básica. Tampoco hay razones para negar que Mahoma sea el sello
de la profecía y el Corán la luz del mundo... pero tampoco se puede negar sin
más a Ganesh, a Osiris, a Huitzilopochtli, a Agoyo, a Freya, a Astarté, a
Marduk, a Venus, a Bauhaus y tantos otros: dios puede presentarse como le dé la
divina gana.
Como ateo no debería importarme esta violentísima caída en
el panteísmo (que de inmediato es un nihilismo hilarante), salvo que me oprime
la intuición de que la imagen de la divinidad que tengamos socialmente es la
expresión simbólica de lo que queremos ser en el mundo como comunidad: nuestros
dioses deberían representar nuestras utopías socialmente conducidas por las
ideologías emergentes o, dicho como refrán: “dime como crees que son tus dioses
y te diré como crees ser”. En este sentido me preocupa tremenda-mente que no
podamos definir a dios, porque eso implica que hemos perdido la batalla de la
autodeterminación ideológica. Porque deberíamos al menos poder decir que dios
no existe, pero que debería ser (preferiríamos que fuera) de tal o cual manera
en caso de que llegara a existir. Como definían su mundo los viejos
anarquistas: “Dios no existe y, si existe, es un cabronazo”.
En fin, levantamos un gato medio destruido de la calle y lo
estamos cuidando para empezar el 2013, que les deseo a todos sea tan feliz como quieran y puedan sin molestar a los prójimos ni a las prójimas. No es casualidad que su
nombre sea Bakunin.