Nota previa: Esta entrada es la modificación de una amistosa respuesta a un artículo del profesor Escudero Alday titulado "La existencia del estado palestino", si encuentro datos o links más ajustados, corregiré la entrada para incorporarlos.
Me han dicho que yo, como sociólogo, puedo sentirme defraudado porque un grupo de investigación considere la situación palestino-israelí en términos políticos pero, ¿Cómo me va a defraudar que se consideren los parámetros políticos? En última instancia, son los únicos al alcance de la mano de todas las personas interesadas: sean religiosas, nacionalistas, humanistas o racistas.
El problema es, en realidad, que en este caso hay implicadas cuestiones no-políticas (desde el punto de vista contemporáneo) como la religión, la raza, el origen étnico, que son tratadas políticamente. En líneas generales, no es razonable esperar que los grandes mecanismos de integración social no se vinculen discursivamente (ideológicamente) en una situación de alcance general, porque la lógica de los mecanismos de este tipo es precisamente brindar una lectura integrada del mundo: las personas se integran en un mundo que pueden decodificar y en el cual pueden actuar gracias a esta interpretación.
Según está planteado en el artículo de Rafael Escudero (defensor de la causa palestina de larga data), la defensa de la condición de estado judío por parte del gobierno israelí es una suerte de excusa para perpetuar el incumplimiento de los derechos de los palestinos en cuanto a la existencia de un estado propio, independiente, autónomo, etc. Probablemente esto sea así en el caso puntual de las declaraciones de un ministro o canciller pero, en todo caso, el contenido de dicha declaración es coherente con la lógica de integración general del estado de Israel.
De esta coherencia no se deriva (como descubrió Arendt en su observación del juicio de Eichmann), no obstante, una maldad radical, sino una maldad banal: la defensa a corto plazo del interés político inmediato, que claramente es contraproducente para un avance significativo de las relaciones hacia otras no tan conflictivas, o al menos no tan brutales.
Personalmente, considero que a largo plazo (y si se mantienen medianamente estables las condiciones de la democracia capitalista a escala mundial) el carácter étnico de Israel es una cuestión menor en cuanto al resultado, aunque sea mayor en cuanto a la situación actual. Que quiero decir con esto: en lo inmediato, la integración social de los israelíes (y de muchos judíos afiliados a diversas formas de sionismo)está fuertemente vinculada con el carácter étnico de su estado; sin embargo, a largo plazo lo que se impone a cualquier estado contemporáneo es su carácter de integrador en relación con las prácticas de mercado local, regional y global, sencillamente porque el mercado capitalista es el principal mecanismo de integración social que existe, y el que tiende a extenderse por sus características estructurales. Ésta, y no ninguna otra razón de tipo discursivo, es la que me lleva a decir que el estado de Israel como defensa de una condición étnica o religiosa es una mala idea. A largo plazo, no puede cumplir con su objetivo aunque, entretanto, genera este tipo de contrasentidos discursivos y problemas políticos. Pero cuidado: lo mismo ocurrirá con un estado "palestino". Oponer una condición étnica o religiosa a otra del mismo tipo es ocioso, de la misma manera que es ocioso buscar profundos y ocultos secretos en el discurso de integración política: este tipo de discursos es de alcance general y, en consecuencia, vincula la ideología de manera general, explícita.
Pero precisamente este es el riesgo del discurso político cuando se lo analiza políticamente: se oponen dos sentidos igualmente generales, e igualmente ideológicos. De un lado se dice: los palestinos tienen derechos étnicos, sociales, culturales, humanos; del otro lado se dice lo mismo para el otro colectivo. El resultado es que son las relaciones de fuerza, y no alguna verdad esencial, las que determinan la continuidad y el cambio en la relación palestino-israelí. Por otra parte, la ideología y los discursos políticos de integración social son históricos, tienen incardinación histórica y son, por lo tanto, variables (y en la actualidad son variables muy lábiles, líquidas, además). A principios del siglo XX y en la región de Palestina, la distinción judío-palestino era mucho menos clara que en la actualidad: todos hablaban la misma lengua (el árabe), las diferencias gastronómicas rituales y no-rituales entre un musulmán y un judío observante eran mínimas, no había grandes diferencias en la integración social de corto alcance (la interacción fuerte de las relaciones de parentesco). La diferencia radical fue introducida desde fuera, desde la expansión de la integracion del mercado mundial, de manera análoga a lo ocurrido en prácticamente todo el mundo desde el comienzo de la expansión imperialista europea.
Si le colgamos el rótulo al sionismo por esta razón, tengamos al menos en consideración que no hay región del mundo libre de esta expansión, ni queda población libre de "culpa". Y esta es la cuestión política última: la relación culpa-responsabilidad. Esta es una categoría que puede aplicarse a sujetos ideológicos concretos, pero no a los mecanismos de integración social de amplio alcance, porque lo que esconde detrás es una categoría religiosa: el pecado. El sionismo nace con la marca del pecado original: la esencia (religiosa, étnica, política, no importa en realidad). Mi crítica apunta precisamente a evitar este tipo de trasposiciones. Por supuesto que existen responsabilidades individuales en un contexto ideológico determinado, pero los problemas estructurales de dominación, discriminación y conflicto deben, para su correcta interpretación polÍtica, separarse tanto de un esencialismo no-histórico como de categorías igualmente esenciales, pero de carácter ético trascendental: el pecado, la culpa. Entonces, el consejo del amigo sociólogo es siempre el mismo: "Sí se va a trabajar con parámetros políticos, que se consideren las limitaciones de estos parámetros; éstas son, en este caso, los dos riesgos señalados: la búsqueda de la "esencia" y la búsqueda de la "culpa" en un colectivo determinado, que llevan a la creación de otra "esencia" en el oprimido o en el agredido y su designaciíon como víctima". Porque la distinción resultante es clara, es cómoda, es compensatoria, pero no es útil.
Desde hace al menos 35 años se viene planteando la oposición palestino-israelí en términos de esencias y culpas, mientras que las interminables danzas y contradanzas de las reuniones de paz, hojas de ruta y demás se han centrado en aspectos pragmáticos: fronteras posibles e imposibles, circulación de la población, integración económica. Mi sugerencia es simplemente que sería más fácil encontrar una resolución si se invierte la cuestión, es decir, si se consideran estos aspectos pragmáticos relegando la cuestión de la esencia y la culpa. No estoy hablando de que la resolución sea "justa" (así como no hay esencia ni culpa en la integración social de largo alcance, tampoco hay equidad ni justicia), sino de que sea eficaz en términos éticos y morales. La razón última de esta posición es también pragmática: me parece preferible una resolución rápida del conflcito que una resolución completamente justa (suponiendo que fuera posible), simplemente porque la perpetuidad genera más injusticia y aumenta las acusaciones recíprocas de culpabilidad. Si aplicamos a las sociedades los principios de justicia y resarcimiento individuales que predominan en el derecho corremos dos riesgos: el primero, que nunca mejore la situación de las poblaciones más desfavorecidas por la situación política (en este caso, se trata claramente de los palestinos y los árabes israelíes); el segundo, que recorramos la historia hacia atrás interminablemente, porque a estas alturas no hay persona en el mundo cuyos antepasados no hayan sido opresores, así como no hay opersona que no tenga "sangre" de esclavo u oprimido de alguna especie. Si los israelíes fueran capaces de decir: "Es cierto, hacer el estado judío aquí fue una idea mala para el judaísmo e injusta para los palestinos... ¡nos retiramos!", ¿Qué deberíamos hacer todos los demás pobladores de la tierra? Colectivamente,en forma activa o pasiva, todos hemos jodido a alguno de nuestros semejantes de aquí o allá, de hoy o ayer (y si no, hemos jodido a la propia tierra). La regresión, si no es absurda, conduce a una especie de humanismo anti-humanista (que es un mecanismo ideológico de asignación de esencia y culpa: el ser humano es esencialmente malo y culpable). Por eso, prefiero que la perspectiva política se oriente a una resolución pragmática. Las perspectivas de éxito son, en cualquier caso, muy bajas por el momento, pero así se puede conseguir una mejor comprensión del fenómeno y, eventualmente, una mejor información para que la gente (con mucho o poco poder) oriente su acción de manera más eficaz.
A. Soltonovich